
La arquitectura durante la segunda guerra mundial – Segunda parte
Esos triunfos de la imaginación, sin embargo, se ven eclipsados por otra cosa: la forma en que la maquinaria trituradora de la guerra exigía una sociedad cada vez más disciplinada y deshumanizada, a la cual gran cantidad de arquitectos se mostraban dispuestos a proporcionar un marco físico. Uno de los muchos ejemplos escalofriantes es la propuesta de Ernst Neufert de 1943 de una Hausbaumaschine (máquina constructora de casas), un enorme galpón industrial que se habría desplazado sobre rieles, deteniéndose cada unos cuantos metros para que los trabajadores pudieran colocar el siguiente segmento en una interminable hilera de viviendas de hormigón idénticas. El proyecto, que nunca se construyó, es una expresión particularmente siniestra de un mundo en el que la vida está despojada de identidad individual y donde se trata a los seres humanos como partes intercambiables de una máquina gigantesca. La visión de Neufert no es más que uno de los ejemplos más extremos de una mentalidad más penetrante. Durante la guerra, se organizaron y construyeron nuevas ciudades fabriles con la eficiencia de una línea de montaje. Oak Ridge, el emplazamiento secreto del Proyecto Manhattan en la zona rural de Tennessee, era un modelo de planificación funcionalista en el que los centros comerciales estaban flanqueados por hileras idénticas de viviendas prefabricadas. (Se dividían por raza y clase: los altos oficiales militares y los científicos vivían en casas unifamiliares, mientras que los trabajadores blancos habitaban bloques de departamentos y los negros lo hacían en grupos de chozas.) Peenemunde, sede de la planta de aviones alemana del Mar Báltico donde se desarrolló el cohete V-2, era un campo de trabajo diseñado de forma similar, con estructuras de ladrillo con marco de hormigón. En 1943, luego de que las fuerzas aliadas bombardearon Peenemunde, los arquitectos alemanes empezaron a trabajar en una versión aún más extrema de planificación racional: una red de fábricas subterráneas en la zona central de Alemania. La más relevante en términos arquitectónicos, la fábrica de aviones Messerschmitt de Eberhard Kuen, ubicada en el sudeste de Alemania y construida con mano de obra esclava, tenía una línea de montaje sobre rieles integrada en la estructura de hormigón y conectada con el sistema ferroviario local.
Ese modelo de planificación estandarizada a gran escala alcanzó su nivel más sádico, por supuesto, en los campos de exterminio, que con frecuencia estaban diseñados con tanta minuciosidad como los complejos fabriles. Cada metro cuadrado de Auschwitz estaba calculado y medido con minuciosidad, y el metro cuadrado que se asignaba a cada prisionero –la décima parte de las barracas de aquel momento– podía leerse como una perversión aterradora de la idea de ecxistenzminimum de la Bauhaus, un esfuerzo por calcular la cantidad exacta de espacio necesaria para llevar una vida simple pero digna (En el catálogo de la muestra, Cohen nos dice que los arquitectos de Auschwitz se habían formado en las mejores instituciones alemanas, y una de las muchas sorpresas de la exposición es la variedad de actividades que se desarrollaba en el complejo, que comprendía una planta química e invernaderos además de campos de exterminio. Los invernaderos, que siguen en funcionamiento, se usan para cultivar crisantemos que se envían a toda Europa.) Lo que resulta asombroso de la muestra no es sólo la cantidad de energía creativa que se dedicó a construir la infraestructura para la crueldad, sino cómo la mentalidad bélica terminó por infiltrarse hasta en los más mínimos rincones de la sociedad y la forma en que persistió. La estandarización también se reflejó en las estrategias de planeamiento de la era de la Guerra Fría. Por otra parte, la “descentralización” de las ciudades que propusieron planificadores temerosos de que éstas se convirtieran en blancos fáciles para los bombarderos continuó, en mucho mayor escala, en la suburbanización.
No fue sino hasta la década de 1960 y la publicación de libros como Complejidad y contradicción en arquitectura , de Robert Ventura, que la profesión empezó a purgar esas tendencias y a encontrar una nueva ruta de avance. En ciertos sentidos, aún estamos trabados en lucha con los mismos problemas.